Juan Ignacio Superman de Cecilia Pisos

Juan Ignacio Superman de Cecilia Pisos

Juan Ignacio Superman sale tempranito para la escuela colgado del portafolios de su mamá. Pasan delante de sus ojos y como en un sueño, las filas de medialunas de la panadería, el local del zapatero, todos los títulos de los diarios de la esquina y los colores rabiosos de las flores que venden en el puestito de la avenida.

Trotando por la vereda, mediodormido, con un alfajor en la mano y la mochi a la espalda, Juan Ignacio Superman piensa que los desayunos deberían ser más largos. Y también las noches.

Juan Ignacio Superman ya se ha descolgado del portafolios de su mamá y ahora camina, unos pasos atrás, revisando las figuritas que lleva en el bolsillo de la campera. Por eso es que no ve a los niños del transporte escolar que lo señalan desde las ventanillas ni lo distraen las manzanas que se escapan corriendo de la frutería. Por eso, también, pienso, aun no presiente la amenaza a la tierna viejecita que alimenta a las palomas del parque, que ahora, justamente, Juan Ignacio Superman está por cruzar con su mamá.

Por fin, solo a unos pasos de la ancianita, Juan Ignacio Superman detecta con sus oídos ultramásquesónicos la presencia cercana de un supervehículo de dos ruedas que se aproxima a la dulce y desprevenida anciana. Y con su visión de rayos recontraláser calcula que tiene tiempo de intervenir y salvarla. Entonces, le dice a su mamá, mientras le tira la mochila:

—Teneme, mami, que ya vuelvo.

Y corre hacia el tobogán del sector de los juegos para niños. Sube denodadamente la escalera y se tira. Cuando llega abajo, ya no es Juan Ignacio Superman sino Superman a secas. En un segundo, vuela hasta la escena del peligro. Con una mano, corre a la viejecita del sendero y con la otra hace señas para que el supervehículo de dos ruedas se detenga.

¡Y lo consigue! Por algo es Superman.

La mamá lo mira llena de orgullo pero no alcanza a decirle nada porque Superman corre nuevamente hacia el tobogán, se sube, se tira y el que baja con el guardapolvo planchadito como cuando salió de casa es otra vez Juan Ignacio Superman.

Ya totalmente despierto, le tira del vestido a su mamá, que quedó como petrificada en el suelo, y le dice:

—Vamos, mami, que si no llegamos tarde.

Fuente: http://www.imaginaria.com.ar

Deja un comentario